Por Joey Levy, especialista en finanzas personales
Llevo años diciendo que la inflación no sólo llegó, sino que llegó para quedarse. En Panamá, el costo de vida se ha disparado en los últimos 20 años. Pero lo que muchos no ven es que la inflación que hemos vivido hasta ahora es solo el comienzo.
¿Por qué han subido tanto los precios? Durante décadas, muchos gobiernos (especialmente EE.UU. como emisor de la moneda de reserva mundial) han expandido la base monetaria con poca preocupación por las consecuencias a largo plazo. Tras la crisis financiera del 2008 y durante la pandemia, se inyectaron billones (“trillions” en inglés) de dólares a la economía mundial para evitar que colapsara. ¿El resultado? Más dinero en circulación y, por tanto, precios más altos. Es simple: cuando hay más dinero persiguiendo la misma cantidad de bienes, los precios suben.
Y aunque hoy se habla de controlar déficits, la verdad es que imprimir dinero para tapar huecos sigue siendo parte del modelo. Pero incluso si se detuviera esa expansión monetaria, hay una nueva amenaza silenciosa que está afectando los precios: la fricción geopolítica.
Ya no vivimos en un mundo “unipolar” dominado por una sola superpotencia. Hoy hay tensiones reales entre los países más grandes del mundo, conflictos activos en Ucrania y Medio Oriente, y una creciente desconfianza global entre naciones. El mundo cambió.
Desde la caída de la Unión Soviética hace más de 30 años, comenzó una era dorada impulsada por una combinación extraordinaria de factores: la paz relativa de un mundo con EE.UU. como superpotencia, los avances en telecomunicaciones y computación, y una globalización sin precedentes que permitió coordinar producción, comercio y conocimiento como nunca antes.
Como consumidores, rara vez pensamos en todo lo que se necesita para que un producto llegue a nuestras manos. No pensamos en lo que hay detrás de uncamiseta, una nevera, una pieza de carro o un celular. Pero la realidad es que fabricar productos de todo tipo – ropa, electrodomésticos, repuestos de maquinaria, computadoras – puede requerir componentes provenientes de 15, 30 o hasta 50 países distintos. Y cada una de esas piezas depende de rutas marítimas seguras, cadenas logísticas eficientes, financiamiento y seguros internacionales, y acuerdos de libre comercio. Todo está conectado.
Pero ese mundo ya cambió. Esa máquina ahora tiene fricción.
Con guerras, bloqueos comerciales, aranceles y tensiones entre potencias, es como si algo hubiera interferido con el engranaje de esa maquinaria global. No lo suficiente para romperla, pero sí para que empiece a generar fricción. Ya no fluye como antes. Y donde hay fricción, hay costo. En cualquier sistema, la fricción se traduce en más gasto: atrasos en entregas, seguros marítimos más caros, almacenamiento extra por miedo al desabastecimiento, producción más costosa en países con salarios altos y la necesidad de reorganizar cadenas de suministro que antes funcionaban de forma casi automática. Todo eso se acumula y termina reflejándose en el precio final que tú y yo pagamos.
Todo eso se traduce en inflación estructural. No es temporal. Es parte de un nuevo mundo con múltiples actores queriendo mandar y convertirse en la nueva potencia. Y eso nos deja con una sola realidad: a nivel mundial, los precios van a seguir subiendo.
Es un efecto dominó. A medida que suben los costos afuera – materia prima, producción, transporte, seguros y financiamiento – terminamos pagándolo aquí: en tecnología, ropa, comida, materiales, educación, salud. Todo se encarece. Y eso reduce tu capacidad de ahorrar, invertir y vivir con tranquilidad financiera.
Como especialista en finanzas personales, he aprendido a pensar en cómo funciona el valor del dinero en el tiempo. Y algo que he notado es que a las personas les cuesta entender el impacto a largo plazo de la inflación. Pensamos en línea recta, no en forma exponencial. Pero cuando un número crece y se compone con el tiempo, se dispara.
Por ejemplo, algo que hoy cuesta $12,500, con una inflación del 5%, en 20 años costará $33,166; en 30 años, $54,000; y en 40 años, $88,000. Muchos me dicen:
“Joey, eso es una locura, estás exagerando”. Pero yo les digo: viaja 30 años al pasado, al Panamá de 1995, y dile a alguien que un auto cuesta $50,000 a $60,000. Te dirá que con eso compraba una casa. Eso es inflación. Pasa lento, casi sin notarse… hasta que te golpea.
No te digo esto para asustarte, sino para que lo tengas presente y puedas planificar. Porque si no planificas, vas directo al mismo problema que hoy viven miles de personas que nunca imaginaron lo que iba a pasar con el costo de vida. ¿A poco no conoces a alguien que está en apuros económicos por esto?
Muchos todavía creen que las cosas volverán a “la normalidad”. Pero esa normalidad ya no existe. El mundo cambió. Este nuevo contexto exige decisiones más inteligentes, más planificación y menos improvisación. No es momento de adivinar. Es momento de actuar con estrategia, entendiendo que la fricción y la inflación llegaron para quedarse.